Semana Santa en Aquixtla

Siendo un lugar muy pequeño, y uno en donde la religión se fusiona con el estado para formar un único poder, la semana santa en Aquixtla, tiene una enorme relevancia.

La procesión empieza en Atexca a las 8 de la mañana y termina en Cuaitieco a la 1 de la tarde. Una parte se hace en carretera y la otra por caminos de tierra. Es monumental la cantidad de gente que anda el camino de la cruz. Nosotros la esperamos en casa de Doña Chío, y desde que vimos a los primeros guardias romanos, todavía estuvimos viendo el desfile de gente 15 minutos.

De ahí, de casa de Doña Chío, la seguimos hasta el final. El sol era ardiente, la fila de gente no tenía fin. Todos caminaban en silencio, las mujeres con velos negros. El polvo se alzaba de la tierra, parecía que navegábamos en un mar de ocre. Había una camioneta con altavoces, que lanzaba oraciones y la gente respondía murmurando, casi en sollozos.

En la novena estación, el padre tomó la palabra: “¡Oigo mucho ruido! ¡Pidan perdón! Aquellos que han guardado rencores, que desprestigian a los demás, que se meten con la mujer de su prójimo, hablando mal de los sacerdotes”

Su voz aumentando poco a poco, hasta llegar al clímax: “¡Especialmente de MI!” 

Pasamos todas las estaciones, llegamos al Gólgota, estábamos todos hincados, callados, la voz del padre es lo único que se escucha y es seria, grave, pesada, se siente omnipresente, el ojo que lo ve todo, esperando sancionar lo errante del ser. Es fácil imaginarse su tez, contorsionándose agriamente con cada palabra de sanción. El padre hace suyo a Jesús diciendo: mi padre Jesús, dejando a los demás creyentes desnudos de protección divina.

En la noche acudo a la procesión del silencio. El padre debo admitirlo, es un excelente actor, que modula y quiebra su voz a la par de la intensidad de las letras. En un punto de la obra, María va a recoger el cuerpo muerto de Jesús, y el padre pronuncia pausada y tristemente: “Señora: sólo supimos escupirlo, sólo supimos golpearlo, te lo regresamos madre, perdónanos madre, no supimos amarlo”. Las palabras y el momento son tan impactantes que encontré a mucha gente llorando mientras el padre recitaba la palabra.

La procesión comenzó: los hombres cargaban y seguían a Padre Jesús y las mujeres, todas con un velo negro, cargarían y seguirían a María. La gente tenía cadenas en sus pies, y se escuchaban como una pequeña lluvia silente que era sólo interrumpida por la seriedad de los tambores en un ritmo luctuoso. Jesús iba acostado en un trono, una cama mortuoria para ser llevada al Santo Sepulcro.

Cuando salimos de la Iglesia, todas las luces del pueblo habían sido apagadas, el camino por donde andaría la procesión era iluminado sólo con velas. Cuando la procesión alcanzaba a la gente, ésta se hincaba inmediatamente en señal de respeto a la muerte, los policías se quitaba sus gorras. Todo el pueblo estaba tapizado de moños negros en señal de luto. El cielo se veía más claro que nunca, con las estrellas como testigos de esta marcha luctuosa. Los tambores y las cadenas en el fondo.

Al final, cuando regresamos a la iglesia, la música fúnebre empezó a sonar en las bocinas, los padres cargaron a Jesús desde su trono hasta el Santo Sepulcro y la gente comenzó a formarse para entrar y rendirle homenaje.

0 thoughts on “Semana Santa en Aquixtla

Leave a Reply